domingo, 4 de mayo de 2014

LA RELACIÓN DE ANCESTRALIDAD, NO SÓLO PERTENECE A ÁFRICA

LA RELACIÓN DE ANCESTRALIDAD, NO  SÓLO LE PERTENECE A  ÁFRICA
“A los muertos que en la vida
Nos dieron sabiduría
Los declaramos, ancestros
Los nombramos nuestros guías”
Denominamos con el nombre de ancestros, a los antepasados de una etnia, de un pueblo, de una comunidad, de una familia, que dejaron legados importantes y vigentes, los cuales los mantienen vivos en estos espacios; en la voz, KULONDA, que significa: difuntos que siguen desempeñando un papel importante y decisivo en las comunidades, encontramos un concepto cercano, con lo que expondremos en el presente artículo.
“Los ancestros, son paradigmas históricos, morales, sociales y modelos de la humanidad, su memoria y sus logros, son como el alimento espiritual que nutre la vida de los pueblos”[1]
Toda la cultura chocoana, basada en la tradición oral, en el folclor, artesanías, ritualidad mortuoria, elaboración de enseres útiles, entre otras expresiones, tiene el sello de la ancestralidad indígena y africana; los europeos, nunca han sido, ni serán nuestros ancestros, su cultura impuesta, fue asumida por resistencia, para sobrevivir.
Es equívoco pensar que, cuando hablamos de ancestros, nos debemos referir sólo al África; en todas las culturas, existe esta relación, la cual, se establece entre vivos y muertos, en la medida en que, se perpetúen todos los legados positivos de los mayores.
No está bien, negar, la relación de ancestralidad, entre los chocoanos nacidos en esta tierra, descendientes de esclavizados, ni entre los indígenas, dueños originales de la misma. Los descendientes de estas dos etnias, fueron  quienes perpetuaron y han salvaguardado, lo que hoy reconocemos como, herencia cultural chocoana; entre ellos  encontramos ancestros mayores y menores, de acuerdo a la magnitud de sus legados, fluyen también, los ancestros franciscanos, los cuales, fortalecieron las relaciones interreligiosas e interculturales, con San Francisco de Asís, hasta convertirlo “San Pacho”, evidencia innegable esta.
Los mulatos del Chocó, con todas las derivaciones del mestizaje y, los blancos que llegaron a estas tierras, también tienen sus ancestros; sin embargo, no podemos desconocer, que la fuerza de la relación de ancestralidad, se arraigó en nuestra tierra, con la llegada de los esclavizados, en cuyas mentes, subyacía a su vez, la fuerza de sus mayores, los cuales, no fueron desarraigados, por el peligro que representaban,  en los procesos de  trasmisión de sabiduría.
¿Cómo identificar a nuestros ancestros?
Los sentimos, a través de la fuerza vital que ellos construyeron, cuando tenemos clara nuestra identidad, sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos y cuando evaluamos todo  lo que hacemos en torno a nuestra cultura. Los identificamos, en cada una de las vivencias de nuestras familias, pueblos y comunidades, en los diálogos intergeneracionales; los valoramos, en todas las evidencias del mestizaje cultural, cuando recreamos sus enseñanzas, cuando aprendemos nuestra historia, cuando mantenemos sus códigos éticos (que para algunos, son obsoletos) allí, en este panorama, está impresa la ancestralidad indígena y africana, la primera, con su malicia y la última, con la resistencia.
La relación de ancestralidad, sigue jugando papel importante en todos los pueblos del Chocó, los cuales, resisten a través de curanderos, aunque se equivoquen, de rezanderos, cantadores de alabaos, parteras, patronas y patrones de los santos, todos ellos, iluminados con la luz encendida por los mayores.
Es  válido considerar que, existen ancestros del bien y del mal, estos últimos construyeron malas energías, (hacer maleficios, conjuros, tramas, hechizos, entre otras prácticas, corrupción) “así, como hay ancestros llenos de herencia positiva, nuestra memoria puede también recrear a esos ancestros negativos….y convertirlos en modelos, al no manejar críticamente, su memoria ancestral”[2]
Pensemos que,” no todos los mayores son ancestros, hay quienes pasan por la cultura, sin dejar huellas,… la ancestralidad nunca puede morir, pues, se trata de una herencia, convertida en cultura, que supo ligarse a tiempo, a los procesos de cultura”, recordemos a los ancestros africanos, pero, valoremos a los chocoanos. Somos afrodescendientes, no podemos negarlo, pero, no vivimos en África, sino en el Chocó. Con el respeto que merecen las otras opiniones, termino diciendo: ni mucho olvido, ni tanta África, que no nos deje pensar en cómo resolver los problemas que tenemos los chocoanos; dejemos que nuestros pies toquen la tierra donde vivimos.




[1] Ayala Santos Ana Gilma, los ancestros y el Patrimonio Cultural en el Chocó, 2012, cita a Manuel Napoleón García Anaya.
[2] Ayala Santos Ana Gilma, Los Ancestros y el Patrimonio Cultural en el Chocó, 2012, cita a De la Torre Guerrero Gonzalo María

LOS CUENTOS CHOCOANOS Y SU FUNCIÓN FORMADORA

LOS CUENTOS CHOCOANOS Y SU FUNCIÓN FORMADORA
El tiempo de sus relatos, siempre ha sido la noche, momento de encuentro entre mayores y menores, tanto en la zona rural, como en la urbana. En ese pasado glorioso, lleno de disciplina y de amor, los cuenteros y cuenteras, llenaban las mentes de los niños y jóvenes, con sus historias fantásticas, cargadas de moralejas, las cuales ayudaban a cambiar la conducta equivocada, o la conciencia que estaba a punto de dejarse permear.
La escuela, también ha jugado papel importante, en la trasmisión de normas de comportamiento a través de los cuentos, como elementos de la tradición oral, analizada y estudiada por niños y jóvenes, para identificar la función formadora, a través de la  actuación de sus personajes y de la moraleja que esta generaba.
Los cuentos chocoanos, de acuerdo a los contextos donde se narren, toman denominaciones diferentes: cuentos de novena, los cuales involucran a los animales, especialmente las hazañas de “tío tigre, tío conejo y cabecita con anance”, asociados a la astucia del negro en la búsqueda de su libertad y a la resistencia. Su narración durante toda la noche, ayudaba y aún ayuda,  a mantener despiertos a los acompañantes.
Lo cuentos familiares, encaminados a formar, para vencer el miedo y armarse de valor, señalaban a héroes como, “Juan sin miedo, al diablo y a las doncellas que este se raptaba”, las cuales eran rescatadas por enamorados o hermanos. Este tipo de cuentos, se han diversificado a su vez, en mayores y menores y así, se denomina  también a los contadores y contadoras de los mismos, dependiendo de la calidad de sus contenidos y de su función formadora; ejemplo del primer grupo, lo tenemos en el cuento de Sebastián de la gracia, ya perdido en el olvido, cuya narración duraba tres noches y sus moralejas eran profundas.
Varias generaciones de chocoanos, vivimos en toda su dimensión,  el proceso formador a través de los cuentos,  narraciones estas, que  pretendían inculcar el respeto por la palabra hablada, despejar dudas, sacar enseñanzas, trasmitir normas consuetudinarias y valores, prohibir, trasmitir identidad y sentido de pertenencia por el territorio, apropiación de la cultura y sobre todo cohesionar a la familia y a la comunidad, para resistir los malos tiempos.
El momento de la narración de los cuentos, estaba cargado de magia, todos escuchaban en silencio, lo que permitía que la atención no se dispersara fortaleciendo la parte formadora.
El relato de todos los cuentos, se acomodaba a una ensaladilla, que bien podía ser:” esta era la vieja Estera, esta era la que no era…….Este era un hombre casado con su mujer, esta era una mujer casada con su marido….., palabras que disponían el ánimo de todos los presentes, para admitir las pausas del cuento desde el inicio, el nudo o trama y el desenlace, produciendo este último momento, gozo para todos los escuchantes, por el final feliz que siempre se trasmitía.
Hoy, cuando estos elementos de la tradición oral han entrado en olvido, cuando son pocos los docentes que utilizan su función formadora, cuando la familia ya no se reúne y algunas comunidades solo lo hacen en torno a la política, es necesario llamar la atención de todos, frente a la crisis de valores que estamos viviendo: el cuento, aún sirve de elemento formador y cohesionador.
En alguno de los temas anteriores, analizábamos la rotura del diálogo intergeneracional en el Chocó, causante de la pérdida de gran parte de nuestro conocimiento ancestral, de nuestras costumbres y en general de muchos elementos de la cultura chocoana, que sirvieron de patrones de comportamiento. El cuento también hizo parte de este diálogo.
Necesitamos que niños y jóvenes, vuelvan a escuchar y empiecen a escribir sus propios cuentos, adaptados a su mundo y a las nuevas ideologías, pero también, inspirados en las historias cotidianas de los personajes de sus regiones, de su entorno.
Rebusquemos en nuestra historia, a los contadores de cuentos que aún viven, recojamos impresiones, tenemos muchos elementos de la tradición oral, que sirven no solo como conceptos para repetir, sino como rutas de formación; posibilitemos para que niños y jóvenes vuelvan a la lectura de los cuentos, hagamos la clase dirigida, escuchemos y atendamos el rumor del cuento de nuestros hijos, quizá allí encontremos la respuesta, del por qué ellos han cambiado.