LA RELACIÓN DE ANCESTRALIDAD,
NO SÓLO LE PERTENECE A ÁFRICA
“A los muertos que en la vida
Nos dieron sabiduría
Los declaramos, ancestros
Los nombramos nuestros guías”
Denominamos con el nombre de
ancestros, a los antepasados de una etnia, de un pueblo, de una comunidad, de
una familia, que dejaron legados importantes y vigentes, los cuales los
mantienen vivos en estos espacios; en la voz, KULONDA, que significa: difuntos
que siguen desempeñando un papel importante y decisivo en las comunidades,
encontramos un concepto cercano, con lo que expondremos en el presente
artículo.
“Los ancestros, son paradigmas
históricos, morales, sociales y modelos de la humanidad, su memoria y sus
logros, son como el alimento espiritual que nutre la vida de los pueblos”[1]
Toda la cultura chocoana, basada
en la tradición oral, en el folclor, artesanías, ritualidad mortuoria,
elaboración de enseres útiles, entre otras expresiones, tiene el sello de la
ancestralidad indígena y africana; los europeos, nunca han sido, ni serán
nuestros ancestros, su cultura impuesta, fue asumida por resistencia, para
sobrevivir.
Es equívoco pensar que, cuando
hablamos de ancestros, nos debemos referir sólo al África; en todas las
culturas, existe esta relación, la cual, se establece entre vivos y muertos, en
la medida en que, se perpetúen todos los legados positivos de los mayores.
No está bien, negar, la relación
de ancestralidad, entre los chocoanos nacidos en esta tierra, descendientes de
esclavizados, ni entre los indígenas, dueños originales de la misma. Los
descendientes de estas dos etnias, fueron
quienes perpetuaron y han salvaguardado, lo que hoy reconocemos como,
herencia cultural chocoana; entre ellos
encontramos ancestros mayores y menores, de acuerdo a la magnitud de sus
legados, fluyen también, los ancestros franciscanos, los cuales, fortalecieron
las relaciones interreligiosas e interculturales, con San Francisco de Asís,
hasta convertirlo “San Pacho”, evidencia innegable esta.
Los mulatos del Chocó, con todas
las derivaciones del mestizaje y, los blancos que llegaron a estas tierras,
también tienen sus ancestros; sin embargo, no podemos desconocer, que la fuerza
de la relación de ancestralidad, se arraigó en nuestra tierra, con la llegada
de los esclavizados, en cuyas mentes, subyacía a su vez, la fuerza de sus
mayores, los cuales, no fueron desarraigados, por el peligro que
representaban, en los procesos de trasmisión de sabiduría.
¿Cómo identificar a nuestros
ancestros?
Los sentimos, a través de la
fuerza vital que ellos construyeron, cuando tenemos clara nuestra identidad,
sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos y cuando evaluamos todo lo que hacemos en torno a nuestra cultura. Los
identificamos, en cada una de las vivencias de nuestras familias, pueblos y
comunidades, en los diálogos intergeneracionales; los valoramos, en todas las
evidencias del mestizaje cultural, cuando recreamos sus enseñanzas, cuando
aprendemos nuestra historia, cuando mantenemos sus códigos éticos (que para
algunos, son obsoletos) allí, en este panorama, está impresa la ancestralidad
indígena y africana, la primera, con su malicia y la última, con la
resistencia.
La relación de ancestralidad,
sigue jugando papel importante en todos los pueblos del Chocó, los cuales,
resisten a través de curanderos, aunque se equivoquen, de rezanderos,
cantadores de alabaos, parteras, patronas y patrones de los santos, todos
ellos, iluminados con la luz encendida por los mayores.
Es válido considerar que, existen ancestros del
bien y del mal, estos últimos construyeron malas energías, (hacer maleficios,
conjuros, tramas, hechizos, entre otras prácticas, corrupción) “así, como hay
ancestros llenos de herencia positiva, nuestra memoria puede también recrear a
esos ancestros negativos….y convertirlos en modelos, al no manejar críticamente,
su memoria ancestral”[2]
Pensemos que,” no todos los
mayores son ancestros, hay quienes pasan por la cultura, sin dejar huellas,… la
ancestralidad nunca puede morir, pues, se trata de una herencia, convertida en
cultura, que supo ligarse a tiempo, a los procesos de cultura”, recordemos a
los ancestros africanos, pero, valoremos a los chocoanos. Somos
afrodescendientes, no podemos negarlo, pero, no vivimos en África, sino en el
Chocó. Con el respeto que merecen las otras opiniones, termino diciendo: ni
mucho olvido, ni tanta África, que no nos deje pensar en cómo resolver los
problemas que tenemos los chocoanos; dejemos que nuestros pies toquen la tierra
donde vivimos.
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