jueves, 6 de noviembre de 2014

LOS CUENTOS CHOCOANOS Y SU FUNCIÓN FORMADORA

LOS CUENTOS CHOCOANOS Y SU FUNCIÓN FORMADORA
El tiempo de sus relatos, siempre ha sido la noche, momento de encuentro entre mayores y menores, tanto en la zona rural, como en la urbana. En ese pasado glorioso, lleno de disciplina y de amor, los cuenteros y cuenteras, llenaban las mentes de los niños y jóvenes, con sus historias fantásticas, cargadas de moralejas, las cuales ayudaban a cambiar la conducta equivocada, o la conciencia que estaba a punto de dejarse permear.
La escuela, también ha jugado papel importante, en la trasmisión de normas de comportamiento a través de los cuentos, como elementos de la tradición oral, analizada y estudiada por niños y jóvenes, para identificar la función formadora, a través de la  actuación de sus personajes y de la moraleja que esta generaba.
Los cuentos chocoanos, de acuerdo a los contextos donde se narren, toman denominaciones diferentes: cuentos de novena, los cuales involucran a los animales, especialmente las hazañas de “tío tigre, tío conejo y cabecita con anance”, asociados a la astucia del negro en la búsqueda de su libertad y a la resistencia. Su narración durante toda la noche, ayudaba y aún ayuda,  a mantener despiertos a los acompañantes.
Lo cuentos familiares, encaminados a formar, para vencer el miedo y armarse de valor, señalaban a héroes como, “Juan sin miedo, al diablo y a las doncellas que este se raptaba”, las cuales eran rescatadas por enamorados o hermanos. Este tipo de cuentos, se han diversificado a su vez, en mayores y menores y así, se denomina  también a los contadores y contadoras de los mismos, dependiendo de la calidad de sus contenidos y de su función formadora; ejemplo del primer grupo, lo tenemos en el cuento de Sebastián de la gracia, ya perdido en el olvido, cuya narración duraba tres noches y sus moralejas eran profundas.
Varias generaciones de chocoanos, vivimos en toda su dimensión,  el proceso formador a través de los cuentos,  narraciones estas, que  pretendían inculcar el respeto por la palabra hablada, despejar dudas, sacar enseñanzas, trasmitir normas consuetudinarias y valores, prohibir, trasmitir identidad y sentido de pertenencia por el territorio, apropiación de la cultura y sobre todo cohesionar a la familia y a la comunidad, para resistir los malos tiempos.
El momento de la narración de los cuentos, estaba cargado de magia, todos escuchaban en silencio, lo que permitía que la atención no se dispersara fortaleciendo la parte formadora.
El relato de todos los cuentos, se acomodaba a una ensaladilla, que bien podía ser:” esta era la vieja Estera, esta era la que no era…….Este era un hombre casado con su mujer, esta era una mujer casada con su marido….., palabras que disponían el ánimo de todos los presentes, para admitir las pausas del cuento desde el inicio, el nudo o trama y el desenlace, produciendo este último momento, gozo para todos los escuchantes, por el final feliz que siempre se trasmitía.
Hoy, cuando estos elementos de la tradición oral han entrado en olvido, cuando son pocos los docentes que utilizan su función formadora, cuando la familia ya no se reúne y algunas comunidades solo lo hacen en torno a la política, es necesario llamar la atención de todos, frente a la crisis de valores que estamos viviendo: el cuento, aún sirve de elemento formador y cohesionador.
En alguno de los temas anteriores, analizábamos la rotura del diálogo intergeneracional en el Chocó, causante de la pérdida de gran parte de nuestro conocimiento ancestral, de nuestras costumbres y en general de muchos elementos de la cultura chocoana, que sirvieron de patrones de comportamiento. El cuento también hizo parte de este diálogo.
Necesitamos que niños y jóvenes, vuelvan a escuchar y empiecen a escribir sus propios cuentos, adaptados a su mundo y a las nuevas ideologías, pero también, inspirados en las historias cotidianas de los personajes de sus regiones, de su entorno.
Rebusquemos en nuestra historia, a los contadores de cuentos que aún viven, recojamos impresiones, tenemos muchos elementos de la tradición oral, que sirven no solo como conceptos para repetir, sino como rutas de formación; posibilitemos para que niños y jóvenes vuelvan a la lectura de los cuentos, hagamos la clase dirigida, escuchemos y atendamos el rumor del cuento de nuestros hijos, quizá allí encontremos la respuesta, del por qué ellos han cambiado.



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