jueves, 6 de noviembre de 2014

LA RITUALIDAD MORTUORIA CHOCOANA

LA RITUALIDAD MORTUORIA CHOCOANA
Una estructura común, un  desarrollo diverso
POR: Ana Gilma Ayala Santos

Pronto llegará el mes de Noviembre denominado comúnmente: “mes de los difuntos, de las ánimas o de los muertos”, durante él fluyen el sentimiento y la espiritualidad afro chocoana en torno a los seres queridos que partieron al más allá. Ellos están en la memoria viva de nuestros pueblos.
En el siglo pasado la ritualidad mortuoria afro chocoana con la estructura que ella conlleva, (rezos, cantos, ornato de tumbas de adultos y de niños) generaba entre la gente de la ciudad la llamada: “vergüenza étnica”, especie de malestar y rechazo; hoy, cuando los pocos que le han hecho resistencia a esta expresión de nuestra cultura y sobre todo los investigadores de otros lugares y el Ministerio de Cultura, han demostrado la importancia del tejido social que se construye a través de la muerte entre nuestras comunidades, alabaos y gualíes se cantan no sólo en el contexto de la muerte, sino en eventos especiales como: eucaristías inculturadas, planteles educativos y otros escenarios.
En el presente artículo vamos a hacer un recorrido por la estructura de los ritos que se celebran en torno a la muerte:
La agonía: entendida como el momento del desprendimiento del alma del difunto, durante el cual se genera la presencia de un conglomerado de  familiares, de vecinos y de amigos.
La muerte: terminación de la vida terrena, momento en que “todos los afro chocoanos sabemos cómo actuar frente a ella, como colectivos, como comunidad, como cultura”[1] . Existe un ritual para preparar el cuerpo cuando se muere en la casa o en hospital, aunque los avances en este campo han reemplazado a las prácticas ancestrales del uso del borojó y la cal para el embalsamamiento.
El velorio: su duración depende de muchas razones, entre otras: la espera de un familiar que vive en lugar diferente al del escenario de la muerte.
El sepelio o entierro: es un recorrido multitudinario entre nosotros los afro descendientes, especie de procesión donde el difunto reemplaza al santo; se traduce en el acompañamiento hacia la morada final del cuerpo. De acuerdo al referente de vida del difunto, hay presencia de música y de otras expresiones.
El novenario: con sus diversificaciones de: novenita (en la zona rural) y última, es un rito que mantiene el acompañamiento a los deudos o familiares durante nueve días en los dos contextos.
La zona urbana y la rural marcan unas diferencias en torno al ritual de la muerte, pero en esencia deja entrever toda nuestra espiritualidad y religiosidad en esencia africana especialmente en la zona rural, porque en la urbana impera la supervivencia española.
La ritualidad mortuoria rural  ha permeado notablemente a los pueblos grandes del Chocó; salas de velación y casas de familia son escenarios del encuentro de nuestros campesinos quienes le dan rienda suelta a todo el rico acervo de la ritualidad mortuoria.
En el caso específico del alabao como canto de resistencia, no se desarrolla en forma homogénea en los diferentes espacios donde se entona, sus letras y tonalidades varían aunque su nombre y su esencia  sean los mismos.
El arreglo de las tumbas varía en la colocación de los elementos como flores y velas, (estas últimas su número tiene significaciones diferentes) y en sus formas; el rezo de oraciones y letanías sufre transformaciones de acuerdo a la habilidad del rezandero.
No podemos olvidar la importancia del cementerio y su significado en los contextos rural y urbano, en el rural se visita poco y se limpia por acuerdos de la comunidad; en el urbano, es muy visitado, se limpia con esmero parece como si fuera la casa del difunto, se convierte en una vecindad de dueños de tumbas quienes notan la ausencia de algún v visitante y suplen colocando flores al difunto vecino; este caso es muy particular en la ciudad de Quibdó.
El área rural y urbana del Chocó tiene unas especificidades en los rituales mortuorios, las cuales marcan diferencias que parecen ser pequeñas, dentro de una estructura común, pero que en realidad reflejan las características de cada región, pueblo, vereda, corregimiento o río. Las anteriores consideraciones evidencian una riqueza incalculable de nuestra ritualidad mortuoria, que necesita con urgencia de salvaguardia.
Oraciones y cantos se convierten en elementos sagrados de las comunidades, los cuales evidencian las huellas de  construcción colectiva, apropiada  a veces por herencia y re creados teniendo como eje a la sabiduría popular. Acompañar en los rituales de muerte y vida es fundamental para los chocoanos, han construido su tejido social con el familiar, con el vecino y con el amigo.



[1] Revista, cuando se muere alguien en el pueblo .Equipos misioneros del Atrato. 1990.

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