COMIDAS Y BENDAJES
TRADICIONALES, HERENCIA SOCIAL ANCESTRAL
La
venta de comidas en el barrio la Yesquita, es una actividad que determina la
manera de relacionarse sus habitantes desde el pasado, el contexto socio
cultural motivó , la venta de bendajes en las puertas de las casas y en las
esquinas.
Las
bendajeras han sido mujeres que han derivado su sustento de esta práctica de la
tradición culinaria, entre otras merecen recordarse: Gertrudis Cuesta, por la
delicia de los pasteles que preparaba, oficio que heredó su nieta Taurina Arriaga,
Eva Vivas con las almojábanas de maíz, Rufina Guerrero de la Torre, panelitas
de leche, Pacífica Benítez, Nazaria Rentería, mazamorra, empanadas de cambray
de Mercedes Bello, queques y natilla de Carmen Quejada, Birimbí, de Ana De
Jesús Gil, mi abuela materna, casabe y jalea de Indalecia Gil su hermana,
chicha y masato de Luisa Pino, panes de Teresa Cuesta, fueron las mujeres que
en el pasado nos deleitaron con sus bendajes.(Ana Gilma Ayala Santos, Los
caminos de mi barrio, pàgs.93 a la 95, Medellín, 2007)
Sin
temor a equivocarnos, podemos decir que esta herencia está viva en el barrio,
que se mantiene, no en la dimensión del pasado, pero es fuerte en su
permanencia y calidad.
Durante
la investigación se hizo un recorrido por la cotidianidad de nueve mujeres, que
tienen una característica común: ser hijas, nietas, biznietas, sobrinas de otra
mujer que en el pasado se dedicó a este quehacer.
Es válido
anotar que en el pasado los bendajes suplían al desayuno o cena, como la hacen
hoy las comidas rápidas; la venta de porciones de comida, muy parecidas al
bocao, en cuanto a la cantidad, se remite a las noches barriales, cuando los
hombres que frecuentaban bares y cantinas, no iban a sus casas y comían en
andenes, hoy sucede igual con los que frecuentan el Meadero y con los transeúntes,
recorramos esta maravillosa experiencia: corregí aquí
El
pastel era el rey de las actividades recolectoras de dinero para el desarrollo
de la fiesta franciscana, el rey de los desayunos barriales, establecido por
Gertrudis Cuesta, una de las matronas más sublimes del barrio en el siglo 19;
el proceso de la investigación nos lleva hasta Mariela Martìnez Arriaga,”Toribia”, su biznieta,heredera de
esta práctica.
Todos
los días su casa de habitación se llena a la hora del almuerzo con hombres,
especialmente los del Meadero, clientes de otros lugares y transeúntes que
conocen de su magia con el pastel, de su
exquisito olor a ahogao, al curtido de la carne de cerdo o al pollo, en el
vinagre casero, esta incansable mujer padece un cáncer de seno hace muchos
años, pero este no le impide que realice su quehacer.
Con la
caída del sol, en otro sector del barrio bautizado desde el pasado como “calle
de las Águilas”, por la presencia de estos animales en las copas de los árboles
que allí se encontraba; otro grupo humano cotidianamente se congrega en la casa
del Mayor Rogerio Fulton Velásquez Camacho y su señora Lenina Salguero, quien
presurosa atiende a :Benjamìn Correa, Ariel Mena Salazar, Fredy Lozano Garcìa,
Emir Castillo Perea, Bolìvar López Contreras, quei llegó hace algunos años al
barrio y aunque le toque cambiar de residencia con frecuencia, no deja de
visitarlo, Danny Andrade Mena, “pichurrio”, concejal del municipio de Quibdò,
Wenceslao Perea, “viejo vence “apodado así por su cara de viejo y Emelino
Valoyes, ellos son constantes , no diferencian Lunes ni días festivos; los
mantiene fieles el adobo de los ahumados que provienen de la finca de propiedad
de esta pareja, ubicada en el corregimiento de San Josè de Purré, municipio de
Atrato, ubicada a dos kilómetros de la ciudad de Quibdò.
Surten
sus hogares con pollo, costillas de cerdo, menudencia, chorizos `jamón ahumados
y longaniza, cuyo olor característico se
mezcla con el de las maderas utilizadas para el ahumado, con plantas cuyas
resinas no son venenosas como……., estos vendajes y comidas aromatizan la calle,
lo que se interpreta como el aviso colectivo de la llegada de los insumos
descritos.
Estos
hombres no se retiran del lugar, en un día como el Sábado, domingo o lunes
festivo, sin antes degustar el zancocho de pollo ahumado que sale de la
improvisada cocina , en manos de las muchachas que ayudan en los quehaceres ,
quienes afanosas quieren atender a todos;
en medio de una rutina establecida, van regresando a sus casas, cuando las
sombras de la noche cubren ya calles y esquinas del barrio; en este lugar han
quedado guardados los chistes y comentarios que llenaron la vida de estos
hombres que trabajan duro y llegan en busca de relax y amistad.
El año
1992 ve surgir la figura de Carmen Elena Leudo, como vendedora de porciones de
comida en la esquina de la calle 22, comidas que ella preparaba con esmero,
herencia de la mujer que la crió, Gunedilda Garcìa y de su tía de crianza, Argenis Lozano García,
actual presidenta de la junta franciscana del barrio, y consejera ante el
consejo superior de la Universidad Etnológica del Chocó, Diego Luis Córdoba, más conocida como “tito, ella a pesar de ser
una mujer joven, se caracteriza por el adobo de sus comidas familiares.
Habitantes
del barrio, visitantes, transeúntes, hombres del Meadero, han degustado la
menudencia guisada, el bistec de carne de cerdo o de res, el arroz de coco y de
sal, la chanfaina, el mondongo, el arroz atollao, la sopa de queso, los bananos
y primitivos cocidos que Elena preparaba con esmero, cuyo olor característico a
ahogao y a verduras frescas, aderezadas
con diente de ajo, merecieron el calificativo de “el elenazo”, o porción de
comida que tenía un valor de 2.000 pesos,.
A la
muerte de Elena ocurrida el 27 de Abril del año en curso, lo cual causó conmoción por la forma repentina como
ocurrió, los clientes pensaron que el espacio se perdía. Yassuara, Yuliet y
Lesly, las hijas de Elena, tomaron las riendas del negocio, el elenazo sigue
allí, con un costo que se fue incrementando hasta llegar hoy a 6.000 pesos, es
la forma de subsistencia de tres muchachas que guardan la memoria de su madre,
vendiendo porciones de comida en la esquina.
En
medio de la cotidianidad que la presente investigación ha registrado, comidas y
vendajes se entrelazan todos los días en el barrio, en una danza única e
irrepetible en otro lugar, en este camino encontramos a Fania Sánchez Ledesma,
quien a pesar de la muerte de su hijo, Mauricio Mosquera Sánchez, “ñato”, aun
tiene fuerzas para ganarse el sustento por sus propios medios, ya que el estado
colombiano no le brinda esta posibilidad.
La encontré
sentada en el andén de su familia (Mosquera Guerrero) con su acostumbrada
canasta plástica llena de “cucas o en mantecadas”( especies de tortas de
harina, panela, canela )enyucados (masa molida de yuca cruda ,panela canela,
clavo de olor,) todos debidamente horneados, ella surte todos los días a niños,
jóvenes y adultos, sin dejar a sus clientes fijos. Los hombres del Meadero,
quienes acosados a veces por el hambre y a la espera del “elenazo”, degustan
los preciados mecatos, haciéndole un homenaje a Candelaria Mosquera, tía de
Fania, de quien heredó esta práctica.
El sol
puesto en el zenit, el fuerte calor de las testigos silenciosos de mis
recorridos por el barrio en la búsqueda de las respuestas a los interrogantes
que plantea la presente investigación; la respuesta a esa conexión con el
pasado, la dan mujeres que están inmersas en los quehaceres ancestrales, en una
especie de comunicación espiritual con
el pasado.
Doña
Zita Peña de Copete, es una de ellas, su cotidianidad en los atardeceres barriales
se concentra en la preparación de pandectas, práctica que heredò de su madre
Ana Teresa, a sui lado, su fiel compañero Manuel Antonio Peña, va organizando
las bolsitas de papel, donde muy pronto se van a guardar los pandeyucas recién
horneados, èl seguirà con su venta en la
puerta de su casa, en el Meadero, en el entorno barrial, es una manera de
sentirse útil todavía, pasò por los cargos de maestro y de rector en la Normal
Superior de Quibdo y aùn tiene fuerzasa caminar con sus 80 años.
Después
de un moderado tiempo, el olor del queso asado revuelto con la harina de yuca se
expande por las calles, como el imán que atrae a los compradores, la sencillez
y laboriosidad de esta pareja y la deliciosa textura del vendaje cargan a los
pandeyucas de doña Zita,de credibilidad colectiva que se va generalizando a
medida que la gente los va comiendo.
Los “ahogaos” en el Chocò son el adobo
principal de las comidas, esta mixtura
de verduras frescas, del ajo, de la bija o achote y de la sal, expiden unos
olores familiares, que permiten caracterizar a familias y a mujeres
individualmente; Aracelis Ramos, la madre de Felicidad Aracelis Caicedo Ramos,
“chià”, fue una bendajera famosa quien se identificaba por la calidad de sus
vendajes. Hoy su hija, haciendo memoria de su quehacer, replica algunas de
estas prácticas, en un espectáculo como para chuparse los dedos: pollo y
pescado ahumado bañados en ahogao, listo para consumir por habitantes,
visitantes, transeúntes y hombres del Meadero.
Cuando
el reloj marca las cinco de la tarde, el
olor a guiso inunda este pequeño sector casi solitario de la calle 22, que
colinda con la “callecita del amor”, llamada así porque los jóvenes enamorados
merodean por el lugar, 2Felicidad, más conocida como “Chiá”, en medio de la
atención a la gente, deja que una lágrima salga de sus ojos, cuando el recuerdo
D Ramón Chaverra Titton, “Moncho o el gordo” su compañero la perturba, él murió
el 16 de Julio de 2011, era el apoyo del negocio, sale de la cocina y con
nostalgia dice: “Esta es la memoria de Moncho, solo falta la música”( p.p.
entrevista a Felicidad Aracelis Caicedo Ramos, “chiá”, Mayo…de 2012)
La harina
de trigo ha sido desde el pasado un elemento esencial en la cocina tradicional
chocoana, los panes, su producto más genuino, aún siguen surtiendo las alacenas
de los hogares, hoy reemplazadas por las vasijas plásticas grandes, para guardar
alimentos , abastecen cenas y desayunos, se convierten en lazos de afecto con
familiares y amigos que viven en otros lugares del país, a quienes se les envía
encomiendas donde el pan ayemado es el envío principal; la harina, levadura,
huevos, manteca o aceite se entremezclan en un solo haz, despidiendo un olor agradable que invita a degustarlo.
Otro de los bendajes preparados con estos ingredientes, son las hojaldras, llamadas así, porque su forma es
parecida a la de una hoja rota de forma redonda o alargada.
Miguelina
Santos Becerra, “Pempe”, apodada así desde su pueblo natal, vive en una pobreza
inminente, con hijos propios y criados; una forma honrad de ganarse la vida es
la preparación de hojaldras y palitos de queso; la esquisitéz de la masa que
soba con textura, evidencia la sencillez y esfuerzos de esta mujer para salir
adelante, esto hace que durante su trabajo esté rodeada de jóvenes que
permanentemente la acompañan; son ellos muchachos que habitan en la calle 21 y
de la prolongación de esta hacia la yesca, sector conocido como “el puente” del
sector carrera sexta.
Todas
las mañanas en torno a ella cuentan chistes, discuten, se colocan apodos y
en esta cotidianidad esperan los turnos
para ser despachados, viendo danzar las hojaldras y palitos en la olla fritadora; terminada la
jornada acuden presuroso a ayudar a recoger los enseres, una vez sumado el
valor de los ingresos, descontado lo del préstamo del “gota a gota”(p.p.
préstamo que se paga diario con los intereses) queda el restante que se
convierte en el poco ingreso de esta mujer, que lucha contra el desplazamiento,
en medio de su fe no católica, que no afecta sus relaciones en el barrio.
Son
muchos los vendajes preparados con harina de trigo, las diferencias están en el
“amasijo”, acto de amasar la harina donde cada mujer demuestra sus habilidades,
haciendo sudar su cuerpo con mucho
frenesí, allí se quedan sueños y esperanzas, porque tienen claro que este
producto será la base de su sustento diario, el amor a sus hijos se traducen
olor y sabor, de lo cual dependen sus
ganancias.
Edilma Gámez
Gil, bendajera que heredó de su madre Indalecia Gil, la habilidad para amasar
la harina de trigo, nos deleita en los atardeceres y mañanitas yesquiteñas en
la puerta de la iglesia Nuestra Señora de Fátima, y en cualquier calle del
barrio donde pueda ubicarse, con las deliciosas empanadas de carne molida
revuelta en ahogao de verduras frescas y las de queso o “jigote”.
Sus
enseres: la pipeta de gas, la olla fritadora, las bandejas donde reposan las
bolitas de harina ya amasadas y tapadas con un mantel limpio, para que suban y
luego danzar entre el aceite, reventándose unas, dejando asomar la carne, otras
erguidas pero brincando de un lado a otro,
El
tarrito para la plata, la vasija escurridora, dan cuenta del quehacer cotidiano
de esta mujer, el cual complementa de vez en cuando con atollao, arroz de
leche, mondongo, sobre todo los domingos y
festivos. La “garulla “no se queda atrás: “Edilma, la mía”, ya pagué,
son frases que se escuchan por doquier. Su secreto está en la calidad del
amasijo, en la textura y en el punto de sal; Edilma vende todo lo producido y
en ocasiones debe preparar más, cuando termina el lugar a quedando desolado,
recoge y Guarda los enseres, cuenta la plata del tarrito, dejando de un lado
inversión y ganancias, para de nuevo al otro día, junto a su hermana Mildred y
a su nieta Inda, emprender de nuevo el quehacer que le permite llevar el
sustento a casa.
A
MANERA DE EPÌLOGO
Después
por el recorrido grato por los caminos del barrio y después de concluida la
investigación, en medio de entrevistas, conversaciones espontáneas, en las que
pude evidenciar la calidad y fortaleza de las relaciones que se tejen a través
de las dinámicas que marcan el Meadero, el bocao, la venta de comidas y
vendajes tradicionales, me hice la pregunta final que me ayudó a responder la
pregunta inicial:
¿De qué
manera el Meadero, el bocao y la venta de comidas y bendajes tradicionales,
contribuyen a la construcción de relaciones de cotidianidad y vecindad en el barrio la Yesquita?
Después
del análisis de cada uno de los insumos recogidos, puedo llegar a las
siguientes conclusiones:
1) La permanencia de los hombres en
el Meadero, establece una relación de
seguridad en el barrio, tanto para ellos, como para el resto de los habitantes
y transeúntes, su presencia en las noches da mucha seguridad, alguno de los
transeúntes comenta lo siguiente: “Uno viene de los velorios, novenas y bailes
y sabe que la Yesquita no está sola”(p.p. buscar nombre) ellos mismos se sienten
seguros , porque cualquier puerta del barrio se abre para albergarlos , en caso
de peligro.
2) De otra parte , la habilitación
del ,meadero, ayudó a la rehabilitación de un muchacho joven, Victor Harim
Chaverra Castro, “el mocho”, quien encontró en este negocio una fuente de
estabilidad económica, encontró pareja, nació su hija……que hoy es la razón de
su vida; a pesar de su mal genio, los clientes no dejan el lugar, no le hacen
caso a sus rabietas, porque hay motivos entrañables que los acercan y hacen
permanecer en él: las relaciones de amistad, las ideas que se construyen desde
las diferentes profesiones y no profesiones, el afecto que lleva por dentro
cada uno por el otro, que no se ve afectado por las discusiones ; las tertulias
en torno al acontecer político, económico y social, lo que permite ponerse al día
con la cotidianidad local y universal.
3) Un motivo de encuentro muy
grande es el diálogo intergeneracional, que permite que diferentes momentos
históricos de la vida del barrio, se encuentren.
4) La fiesta franciscana en lo
referente a su preparación, desarrollo y cotidianidad, promueve aciertos y
desaciertos en el Meadero, desde allí se aplauden , critican y direccionan
actividades recolectoras de dinero:; estos hombres son parte de las decisiones
, hacen sus aportes económicos, participan de las actividades propias de la
celebración; los presidentes barriales pasan por el filtro del Meadero.
5) El bocao, en su danza del ir y
venir de platos o vasijas, es una actividad que aún crea, fortalece y mantiene
lazos de familiaridad y de amistad;
esperar el bocao de la casa familiar , comérselo en ella, esperar el de
ese vecino que es casi familia, crea una ansiedad en el corazón, porque en esa
porción de comida , está implícito el valor de la ancestralidad, la vieja relación
del encuentro de todos los días, la identidad familiar a través de los sabores,
adobos y olores.
6) El bocao, como relación de
vecinos, está amenazado seriamente, pero se conserva en un bue porcentaje,
todavía, el cual es mucho mayor entre familiares.
7) Bendajes y comidas
tradicionales, son la herencia social de las mujeres del barrio, hoy
convertidas en ancestras y replicada su sabiduría en el quehacer culinario, a
través de nietas, biznietas, sobrinas, ahijadas, entre otras que venden en la
calle, esquinas y casas las porciones diarias que mantienen viva la herencia social, a través de los
saberes de la cocina tradicional chocoana, en el barrio.
8) Meadero, comidas y vendajes tradicionales tienen sus clientes propios,
ellos danzan entre uno y otro, como para tenerlos contentos a todos; estas
actividades no generan divisiones , sino que por el contrario permiten acceder
a la variedad culinaria que refleja el consenso de la sabiduría ancestral, que
se ha guardado celosamente, ellas son los entes de la salvaguardia de este
saber, lo mantienen vivo y vigente día tras día, sus manos laboriosas
reemplazan a las de aquellas que existen en otra dimensión.
9) El Meadero, el bocao, las
comidas y vendajes tradicionales, marcan notablemente la cotidianidad y
vecindad en el barrio la Yesquita, quienes no se acercan a los lugares de
venta, desde sus andenes son vigilantes de este quehacer, esperan día a día ver
aparecer a estos íconos de la cultura local, a los que llevan y traen la
comida.
Desde los andenes, se tejen también relaciones de amistad con los que
consumen, se comunican los vecinos hablando en un tono más alto, que el
acostumbrado.
Visite amable lector, el barrio la Yesquita, en las tardes, a la caída
del sol y sus ojos jamás olvidarán el espectáculo, le invito en especial los
días viernes, sábados y domingos próximos a los lunes festivos y se dará cuenta
de que el yesquiteño solo sale de su barrio por quehaceres normales, de lo
contrario, permanece en él, si ya no vive en él, se viene desde
donde viva a reencontrarse con los suyos.
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