miércoles, 2 de abril de 2014

COMIDAS Y BENDAJES TRADICIONALES, HERENCIA SOCIAL ANCESTRAL

COMIDAS Y BENDAJES TRADICIONALES, HERENCIA SOCIAL ANCESTRAL

La venta de comidas en el barrio la Yesquita, es una actividad que determina la manera de relacionarse sus habitantes desde el pasado, el contexto socio cultural motivó , la venta de bendajes en las puertas de las casas y en las esquinas.
Las bendajeras han sido mujeres que han derivado su sustento de esta práctica de la tradición culinaria, entre otras merecen recordarse: Gertrudis Cuesta, por la delicia de los pasteles que preparaba, oficio que heredó su nieta Taurina Arriaga, Eva Vivas con las almojábanas de maíz, Rufina Guerrero de la Torre, panelitas de leche, Pacífica Benítez, Nazaria Rentería, mazamorra, empanadas de cambray de Mercedes Bello, queques y natilla de Carmen Quejada, Birimbí, de Ana De Jesús Gil, mi abuela materna, casabe y jalea de Indalecia Gil su hermana, chicha y masato de Luisa Pino, panes de Teresa Cuesta, fueron las mujeres que en el pasado nos deleitaron con sus bendajes.(Ana Gilma Ayala Santos, Los caminos de mi barrio, pàgs.93 a la 95, Medellín, 2007)
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que esta herencia está viva en el barrio, que se mantiene, no en la dimensión del pasado, pero es fuerte en su permanencia y calidad.
Durante la investigación se hizo un recorrido por la cotidianidad de nueve mujeres, que tienen una característica común: ser hijas, nietas, biznietas, sobrinas de otra mujer que en el pasado se dedicó a este quehacer.
Es válido anotar que en el pasado los bendajes suplían al desayuno o cena, como la hacen hoy las comidas rápidas; la venta de porciones de comida, muy parecidas al bocao, en cuanto a la cantidad, se remite a las noches barriales, cuando los hombres que frecuentaban bares y cantinas, no iban a sus casas y comían en andenes, hoy sucede igual con los que frecuentan el Meadero y con los transeúntes, recorramos esta maravillosa experiencia: corregí aquí
El pastel era el rey de las actividades recolectoras de dinero para el desarrollo de la fiesta franciscana, el rey de los desayunos barriales, establecido por Gertrudis Cuesta, una de las matronas más sublimes del barrio en el siglo 19; el proceso de la investigación nos lleva hasta Mariela Martìnez  Arriaga,”Toribia”, su biznieta,heredera de esta práctica.
Todos los días su casa de habitación se llena a la hora del almuerzo con hombres, especialmente los del Meadero, clientes de otros lugares y transeúntes que conocen de su magia con el pastel, de  su exquisito olor a ahogao, al curtido de la carne de cerdo o al pollo, en el vinagre casero, esta incansable mujer padece un cáncer de seno hace muchos años, pero este no le impide que realice su quehacer.
Con la caída del sol, en otro sector del barrio bautizado desde el pasado como “calle de las Águilas”, por la presencia de estos animales en las copas de los árboles que allí se encontraba; otro grupo humano cotidianamente se congrega en la casa del Mayor Rogerio Fulton Velásquez Camacho y su señora Lenina Salguero, quien presurosa atiende a :Benjamìn Correa, Ariel Mena Salazar, Fredy Lozano Garcìa, Emir Castillo Perea, Bolìvar López Contreras, quei llegó hace algunos años al barrio y aunque le toque cambiar de residencia con frecuencia, no deja de visitarlo, Danny Andrade Mena, “pichurrio”, concejal del municipio de Quibdò, Wenceslao Perea, “viejo vence “apodado así por su cara de viejo y Emelino Valoyes, ellos son constantes , no diferencian Lunes ni días festivos; los mantiene fieles el adobo de los ahumados que provienen de la finca de propiedad de esta pareja, ubicada en el corregimiento de San Josè de Purré, municipio de Atrato, ubicada a dos kilómetros de la ciudad de Quibdò.
Surten sus hogares con pollo, costillas de cerdo, menudencia, chorizos `jamón ahumados y longaniza, cuyo olor característico  se mezcla con el de las maderas utilizadas para el ahumado, con plantas cuyas resinas no son venenosas como……., estos vendajes y comidas aromatizan la calle, lo que se interpreta como el aviso colectivo de la llegada de los insumos descritos.
Estos hombres no se retiran del lugar, en un día como el Sábado, domingo o lunes festivo, sin antes degustar el zancocho de pollo ahumado que sale de la improvisada cocina , en manos de las muchachas que ayudan en los quehaceres , quienes afanosas  quieren atender a todos; en medio de una rutina establecida, van regresando a sus casas, cuando las sombras de la noche cubren ya calles y esquinas del barrio; en este lugar han quedado guardados los chistes y comentarios que llenaron la vida de estos hombres que trabajan duro y llegan en busca de relax y amistad.
El año 1992 ve surgir la figura de Carmen Elena Leudo, como vendedora de porciones de comida en la esquina de la calle 22, comidas que ella preparaba con esmero, herencia de la mujer que la crió, Gunedilda  Garcìa y de su tía de crianza, Argenis Lozano García, actual presidenta de la junta franciscana del barrio, y consejera ante el consejo superior de la Universidad Etnológica del Chocó, Diego Luis Córdoba,  más conocida como “tito, ella a pesar de ser una mujer joven, se caracteriza por el adobo de sus comidas familiares.
Habitantes del barrio, visitantes, transeúntes, hombres del Meadero, han degustado la menudencia guisada, el bistec de carne de cerdo o de res, el arroz de coco y de sal, la chanfaina, el mondongo, el arroz atollao, la sopa de queso, los bananos y primitivos cocidos que Elena preparaba con esmero, cuyo olor característico a ahogao y a verduras   frescas, aderezadas con diente de ajo, merecieron el calificativo de “el elenazo”, o porción de comida que tenía un valor de 2.000 pesos,.
A la muerte de Elena ocurrida el 27 de Abril del año en curso, lo cual  causó conmoción por la forma repentina como ocurrió, los clientes pensaron que el espacio se perdía. Yassuara, Yuliet y Lesly, las hijas de Elena, tomaron las riendas del negocio, el elenazo sigue allí, con un costo que se fue incrementando hasta llegar hoy a 6.000 pesos, es la forma de subsistencia de tres muchachas que guardan la memoria de su madre, vendiendo porciones de comida en la esquina.
En medio de la cotidianidad que la presente investigación ha registrado, comidas y vendajes se entrelazan todos los días en el barrio, en una danza única e irrepetible en otro lugar, en este camino encontramos a Fania Sánchez Ledesma, quien a pesar de la muerte de su hijo, Mauricio Mosquera Sánchez, “ñato”, aun tiene fuerzas para ganarse el sustento por sus propios medios, ya que el estado colombiano no le brinda esta posibilidad.
La encontré sentada en el andén de su familia (Mosquera Guerrero) con su acostumbrada canasta plástica llena de “cucas o en mantecadas”( especies de tortas de harina, panela, canela )enyucados (masa molida de yuca cruda ,panela canela, clavo de olor,) todos debidamente horneados, ella surte todos los días a niños, jóvenes y adultos, sin dejar a sus clientes fijos. Los hombres del Meadero, quienes acosados a veces por el hambre y a la espera del “elenazo”, degustan los preciados mecatos, haciéndole un homenaje a Candelaria Mosquera, tía de Fania, de quien heredó esta práctica.
El sol puesto en el zenit, el fuerte calor de las testigos silenciosos de mis recorridos por el barrio en la búsqueda de las respuestas a los interrogantes que plantea la presente investigación; la respuesta a esa conexión con el pasado, la dan mujeres que están inmersas en los quehaceres ancestrales, en una especie de comunicación espiritual  con el pasado.
Doña Zita Peña de Copete, es una de ellas, su cotidianidad en los atardeceres barriales se concentra en la preparación de pandectas, práctica que heredò de su madre Ana Teresa, a sui lado, su fiel compañero Manuel Antonio Peña, va organizando las bolsitas de papel, donde muy pronto se van a guardar los pandeyucas recién horneados, èl seguirà con su venta  en la puerta de su casa, en el Meadero, en el entorno barrial, es una manera de sentirse útil todavía, pasò por los cargos de maestro y de rector en la Normal Superior de Quibdo y aùn tiene fuerzasa caminar con sus 80 años.
Después de un moderado tiempo, el olor del queso asado revuelto con la harina de yuca se expande por las calles, como el imán que atrae a los compradores, la sencillez y laboriosidad de esta pareja y la deliciosa textura del vendaje cargan a los pandeyucas de doña Zita,de credibilidad colectiva que se va generalizando a medida que la gente los va comiendo.
Los “ahogaos” en el Chocò son el adobo principal de las comidas, esta  mixtura de verduras frescas, del ajo, de la bija o achote y de la sal, expiden unos olores familiares, que permiten caracterizar a familias y a mujeres individualmente; Aracelis Ramos, la madre de Felicidad Aracelis Caicedo Ramos, “chià”, fue una bendajera famosa quien se identificaba por la calidad de sus vendajes. Hoy su hija, haciendo memoria de su quehacer, replica algunas de estas prácticas, en un espectáculo como para chuparse los dedos: pollo y pescado ahumado bañados en ahogao, listo para consumir por habitantes, visitantes, transeúntes y hombres del Meadero.
Cuando el reloj marca las cinco de  la tarde, el olor a guiso inunda este pequeño sector casi solitario de la calle 22, que colinda con la “callecita del amor”, llamada así porque los jóvenes enamorados merodean por el lugar, 2Felicidad, más conocida como “Chiá”, en medio de la atención a la gente, deja que una lágrima salga de sus ojos, cuando el recuerdo D Ramón Chaverra Titton, “Moncho o el gordo” su compañero la perturba, él murió el 16 de Julio de 2011, era el apoyo del negocio, sale de la cocina y con nostalgia dice: “Esta es la memoria de Moncho, solo falta la música”( p.p. entrevista a Felicidad Aracelis Caicedo Ramos, “chiá”, Mayo…de 2012)
La harina de trigo ha sido desde el pasado un elemento esencial en la cocina tradicional chocoana, los panes, su producto más genuino, aún siguen surtiendo las alacenas de los hogares, hoy reemplazadas por las vasijas plásticas grandes, para guardar alimentos , abastecen cenas y desayunos, se convierten en lazos de afecto con familiares y amigos que viven en otros lugares del país, a quienes se les envía encomiendas donde el pan ayemado es el envío principal; la harina, levadura, huevos, manteca o aceite se entremezclan en un solo haz, despidiendo  un olor agradable que invita a degustarlo. Otro de los bendajes preparados con estos ingredientes, son las  hojaldras, llamadas así, porque su forma es parecida a la de una hoja rota de forma redonda o alargada.
Miguelina Santos Becerra, “Pempe”, apodada así desde su pueblo natal, vive en una pobreza inminente, con hijos propios y criados; una forma honrad de ganarse la vida es la preparación de hojaldras y palitos de queso; la esquisitéz de la masa que soba con textura, evidencia la sencillez y esfuerzos de esta mujer para salir adelante, esto hace que durante su trabajo esté rodeada de jóvenes que permanentemente la acompañan; son ellos muchachos que habitan en la calle 21 y de la prolongación de esta hacia la yesca, sector conocido como “el puente” del sector carrera sexta.
Todas las mañanas en torno a ella cuentan chistes, discuten, se colocan apodos y en  esta cotidianidad esperan los turnos para ser despachados, viendo danzar las hojaldras y  palitos en la olla fritadora; terminada la jornada acuden presuroso a ayudar a recoger los enseres, una vez sumado el valor de los ingresos, descontado lo del préstamo del “gota a gota”(p.p. préstamo que se paga diario con los intereses) queda el restante que se convierte en el poco ingreso de esta mujer, que lucha contra el desplazamiento, en medio de su fe no católica, que no afecta sus relaciones en el barrio.
Son muchos los vendajes preparados con harina de trigo, las diferencias están en el “amasijo”, acto de amasar la harina donde cada mujer demuestra sus habilidades, haciendo sudar su cuerpo  con mucho frenesí, allí se quedan sueños y esperanzas, porque tienen claro que este producto será la base de su sustento diario, el amor a sus hijos se traducen olor y  sabor, de lo cual dependen sus ganancias.
Edilma Gámez Gil, bendajera que heredó de su madre Indalecia Gil, la habilidad para amasar la harina de trigo, nos deleita en los atardeceres y mañanitas yesquiteñas en la puerta de la iglesia Nuestra Señora de Fátima, y en cualquier calle del barrio donde pueda ubicarse, con las deliciosas empanadas de carne molida revuelta en ahogao de verduras frescas y las de queso o “jigote”.
Sus enseres: la pipeta de gas, la olla fritadora, las bandejas donde reposan las bolitas de harina ya amasadas y tapadas con un mantel limpio, para que suban y luego danzar entre el aceite, reventándose unas, dejando asomar la carne, otras erguidas pero brincando de un lado a otro,
El tarrito para la plata, la vasija escurridora, dan cuenta del quehacer cotidiano de esta mujer, el cual complementa de vez en cuando con atollao, arroz de leche, mondongo, sobre todo los domingos y  festivos. La “garulla “no se queda atrás: “Edilma, la mía”, ya pagué, son frases que se escuchan por doquier. Su secreto está en la calidad del amasijo, en la textura y en el punto de sal; Edilma vende todo lo producido y en ocasiones debe preparar más, cuando termina el lugar a quedando desolado, recoge y Guarda los enseres, cuenta la plata del tarrito, dejando de un lado inversión y ganancias, para de nuevo al otro día, junto a su hermana Mildred y a su nieta Inda, emprender de nuevo el quehacer que le permite llevar el sustento a casa.
A MANERA DE EPÌLOGO
Después por el recorrido grato por los caminos del barrio y después de concluida la investigación, en medio de entrevistas, conversaciones espontáneas, en las que pude evidenciar la calidad y fortaleza de las relaciones que se tejen a través de las dinámicas que marcan el Meadero, el bocao, la venta de comidas y vendajes tradicionales, me hice la pregunta final que me ayudó a responder la pregunta inicial:
¿De qué manera el Meadero, el bocao y la venta de comidas y bendajes tradicionales, contribuyen a la construcción de relaciones de cotidianidad y  vecindad en el barrio la Yesquita?
Después del análisis de cada uno de los insumos recogidos, puedo llegar a las siguientes conclusiones:
1)      La permanencia de los hombres en el Meadero, establece una relación  de seguridad en el barrio, tanto para ellos, como para el resto de los habitantes y transeúntes, su presencia en las noches da mucha seguridad, alguno de los transeúntes comenta lo siguiente: “Uno viene de los velorios, novenas y bailes y sabe que la Yesquita no está sola”(p.p. buscar nombre) ellos mismos se sienten seguros , porque cualquier puerta del barrio se abre para albergarlos , en caso de peligro.
2)      De otra parte , la habilitación del ,meadero, ayudó a la rehabilitación de un muchacho joven, Victor Harim Chaverra Castro, “el mocho”, quien encontró en este negocio una fuente de estabilidad económica, encontró pareja, nació su hija……que hoy es la razón de su vida; a pesar de su mal genio, los clientes no dejan el lugar, no le hacen caso a sus rabietas, porque hay motivos entrañables que los acercan y hacen permanecer en él: las relaciones de amistad, las ideas que se construyen desde las diferentes profesiones y no profesiones, el afecto que lleva por dentro cada uno por el otro, que no se ve afectado por las discusiones ; las tertulias en torno al acontecer político, económico y social, lo que permite ponerse al día con la cotidianidad local y universal.
3)      Un motivo de encuentro muy grande es el diálogo intergeneracional, que permite que diferentes momentos históricos de la vida del barrio, se encuentren.
4)      La fiesta franciscana en lo referente a su preparación, desarrollo y cotidianidad, promueve aciertos y desaciertos en el Meadero, desde allí se aplauden , critican y direccionan actividades recolectoras de dinero:; estos hombres son parte de las decisiones , hacen sus aportes económicos, participan de las actividades propias de la celebración; los presidentes barriales pasan por el filtro del Meadero.
5)      El bocao, en su danza del ir y venir de platos o vasijas, es una actividad que aún crea, fortalece y mantiene lazos de familiaridad y de amistad;  esperar el bocao de la casa familiar , comérselo en ella, esperar el de ese vecino que es casi familia, crea una ansiedad en el corazón, porque en esa porción de comida , está implícito el valor de la ancestralidad, la vieja relación del encuentro de todos los días, la identidad familiar a través de los sabores, adobos y olores.
6)      El bocao, como relación de vecinos, está amenazado seriamente, pero se conserva en un bue porcentaje, todavía, el cual es mucho mayor entre familiares.
7)      Bendajes y comidas tradicionales, son la herencia social de las mujeres del barrio, hoy convertidas en ancestras y replicada su sabiduría en el quehacer culinario, a través de nietas, biznietas, sobrinas, ahijadas, entre otras que venden en la calle, esquinas y casas las porciones diarias que mantienen  viva la herencia social, a través de los saberes de la cocina tradicional chocoana, en el barrio.
8)      Meadero, comidas y vendajes  tradicionales tienen sus clientes propios, ellos danzan entre uno y otro, como para tenerlos contentos a todos; estas actividades no generan divisiones , sino que por el contrario permiten acceder a la variedad culinaria que refleja el consenso de la sabiduría ancestral, que se ha guardado celosamente, ellas son los entes de la salvaguardia de este saber, lo mantienen vivo y vigente día tras día, sus manos laboriosas reemplazan a las de aquellas que existen en otra dimensión.
9)      El Meadero, el bocao, las comidas y vendajes tradicionales, marcan notablemente la cotidianidad y vecindad en el barrio la Yesquita, quienes no se acercan a los lugares de venta, desde sus andenes son vigilantes de este quehacer, esperan día a día ver aparecer a estos íconos de la cultura local, a los que llevan y traen la comida.
Desde los andenes, se tejen también relaciones de amistad con los que consumen, se comunican los vecinos hablando en un tono más alto, que el acostumbrado.
Visite amable lector, el barrio la Yesquita, en las tardes, a la caída del sol y sus ojos jamás olvidarán el espectáculo, le invito en especial los días viernes, sábados y domingos próximos a los lunes festivos y se dará cuenta de que el yesquiteño solo sale de su barrio por quehaceres normales, de lo contrario, permanece en él, si ya no vive en él, se viene   desde donde viva a reencontrarse con los suyos.








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